Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1891-1892 (Cortes de 1891 a 1892)
Sesión: 12 de julio de 1892
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 245, 7746-7747
Tema: Contestación que el Sr. Presidente de la Cámara debe dar cuando sea requerido por los que desean que se discuta el proyecto de ley que modifica el régimen aduanero a que está sujeto el material de ferrocarriles

El Sr. SAGASTA: Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene S. S.

El Sr. SAGASTA: Los precedentes en que se apoyaba el Sr. Presidente del Consejo de Ministros para demostrar que la proposición del Sr. Silvela era reglamentaria, demuestran lo contrario; porque S. S. se funda en una propuesta que hice yo como Presidente del Consejo de Ministros, que tenía algún parecido con la proposición del Sr. Silvela. Pero esa proposición no la aceptó el partido conservador. (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: No dijo que sí, ni dijo que no; no se discutió.) Yo no me atreví a proponer a la Cámara una proposición parecida a la del Sr. Silvela. Pero, ¿qué pasó con esa proposición? Que el partido conservador no la aceptó (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: No dijo sí, ni no; no se discutió), y yo no me atreví a proponerla oficialmente a la Cámara. Porque esa proposición del Sr. Silvela, como otra todavía más excepcional, se puede aceptar cuando hay unanimidad, cuando la aquiescencia es general, porque entonces no vulnera derecho ninguno; pero desde el momento en que hay quien estima su derecho vulnerado y reclama, no cabe más que someterse al Reglamento.

Pues bien; eso me ocurrió a mí: yo quise hacer algo parecido, aunque sin los antecedentes, sobre todo, que tiene la proposición del Sr. Silvela; pero desde el instante en que vi que el partido conservador no me lo aceptaba? (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Perdone S. S.: no dijo nada; aquí está el discurso.) ¡Si me bastaba eso! Desde que el partido conservador no me dijo que lo aceptaba, no dijo nada, yo di por retirado mi intento. Realmente, lo que pasó con aquella proposición, hecha por el Presidente del Consejo de Ministros de entonces a la Cámara, fue lo mismo que ha ocurrido con la que ha hecho el Sr. Presidente del Congreso: a mí no me aceptó el partido conservador la proposición, y no se pasó adelante. Pues al Sr. Presidente del Congreso no le aceptamos la suya los jefes de las oposiciones, y no debió ya presentarse de nuevo, y hubieran quedado las cosas en el mismo ser y estado que antes tenían.

Pero en fin, resulta que el Sr. Presidente del Consejo de Ministros, cuyo amor al régimen representativo jamás he puesto en duda, ni lo puede poner nadie sin faltar a la razón y a la justicia, parece que acepta la idea, pero que duda respecto a cómo ha de realizarse, y pide, para realizar aquélla, una especie de proposición que ha de presentarse a la Mesa. (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Un acuerdo con el Presidente de la Cámara; cualquier forma.) Pues la cosa es muy sencilla: entrar en la normalidad del Reglamento, y que el Sr. Presidente de la Cámara, contando con la buena fe de las oposiciones, contando con la prudencia de todos, así como todas las oposiciones contamos con su rectitud y con su imparcialidad, continúe presidiendo las sesiones con la plenitud de los derechos que el Reglamento le concede; con eso basta. (Rumores.)

No comprendo el disgusto que, al parecer, producen mis palabras. (Varias voces: No, no.) Porque si lo que yo propongo despierta desconfianzas, francamente, no es que desconfiáis de mí; es que desconfiáis de la Presidencia. (Varias voces: No, no.) Lo que yo digo es que, desde el momento en que el Presidente, volviendo a la normalidad del Reglamento, pueda entrar en el orden del día, la proposición del Sr. Silvela huelga; y como esta es la manzana de la discordia, claro es que ya no había tal discordia. Y en cuanto a discutir los proyectos que el Gobierno crea necesarios para gobernar, eso se deja también a lo que el Sr. Presidente juzgue oportuno, atendiendo a las necesidades de la discusión y al derecho de las oposiciones.

El Presidente, pues, con su imparcialidad y rectitud, distribuirá el tiempo reglamentario de modo que las oposiciones satisfagan su derecho y cumplan sus compromisos, y al mismo tiempo el Gobierno cumpla con su deber; y si el Gobierno de S. M., después de todo, no hubiese logrado sus deseos, que se resigne; porque, en todo caso, aquello que quiere sacar ahora, podrá sacarlo en la legislatura próxima, si es que continúa disfrutando de la confianza de S. M. y de la mayoría.

De manera que no hay más que dejar al Presidente de la Cámara que siga presidiendo con la imparcialidad y la lealtad a que nos tiene acostumbrados. [7746]

Por lo demás, el Sr. Presidente del Consejo de Ministros habrá observado que yo no he hecho más que apuntar algunos asuntos muy a la ligera, porque no quería mezclar con este debate otras cuestiones. Si después se traen a discusión otros asuntos, yo los trataré con extensión bastante, y entonces verá el señor Presidente del Consejo cuánta longanimidad y cuánta paciencia han tenido las oposiciones; cuánta longanimidad y cuánta paciencia he tenido yo, aunque yo estoy muy acostumbrado a tener mucha, para dejar pasar ciertas cosas que debiéramos haber tratado con toda extensión, discutiendo la conducta del Gobierno, que ha estado en algunos puntos muy desgraciado y otros muy torpe, lastimando con su conducta todos los intereses del país, y quebrantando grandemente el principio de autoridad, hasta el punto de que sobrenada en los organismos del Estado una anarquía moral que yo considero que es la causa de los males que nos aquejan, y que se repiten con dolorosa frecuencia y normalidad igual a la de los días del año.



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